La educación que no libera no es educación.
“La educación que no libera
nos roba vida".
Abel Pérez Rojas.
“Sería en verdad una actitud ingenua esperar que las clases dominantes desarrollasen una forma de educación que permitiese a las clases dominadas percibir las injusticias sociales en forma crítica”. En una cruda frase Freire, Paulo (1970) que sintetiza el juego perverso de por qué eso que llamamos educación no está a la altura de las necesidades mundiales.
Ahí está el juego perverso que en su momento, uno de los más influyentes teóricos de la educación del siglo XX, Paulo Reglus Neves Freire –mejor conocido solamente como Paulo Freire- desnudara en su pedagogía crítica, desarrollada en (1970) Pedagogía do oprimido. New York: Herder & Herder.
Esto permite comprender por qué lo que de manera genérica llamamos educación se convierte en el mecanismo por el cual las masas creen que es suficiente participar en ese tipo de espacios para modificar rotundamente su vida. Es decir, pareciera que sólo se trata de tener más de esa formación para que nuestra vida cambie en aspectos sociológicos, económicos y políticos.
Sin considerar que la visión trascendente está proscrita de los espacios formales de educación, porque sólo tiene cabida aquello que se puede medir.
Lo que llamamos educación se le ha ubicado en el culmen del desarrollo humano, y en contrapartida se menosprecian los procesos emanados de la conciencia.
Estamos acostumbrados a llamarle a cualquier cosa educación, de tal manera que este vocablo hoy día, para la gran mayoría de las personas, ha perdido su carga filosófica. Por eso la palabra educación no inspira respeto en quien la emite ni en quien la escucha, y estamos muy distantes de apropiarnos de su verdadera carga transformadora.
Como a través del concepto educación nos referimos a procesos complejos y algunos de ellos tan dispares entre sí, entonces nos confundimos y generalmente no replantearnos su origen y esencia.
Puede afirmarse que, independientemente de la corriente filosófica y enfoque desde el cual se aborde, la educación tiene una cimiente ética que tiene por fin el desarrollo de las personas y la evolución de la especie.
Sin embargo en los cómos, los porqués y los paraqués, es donde surge la separación de caminos, en cuya bifurcación se debate el futuro de la humanidad.
En lo particular considero que uno de los fines últimos de la educación consiste en la liberación del hombre de sí mismo y de los demás, subyugación manifiesta en la forma de pensar, de sentir y de convivir.
Cuando el ser humano pierde el hilo de su proceso liberador, también pierde de vista que su sometimiento es compartido con el de muchos otros de sus semejantes alrededor del planeta.
Todo este gris panorama hace posible entender por qué las condiciones de injusticia en las que generalmente vivimos se perpetúan a lo largo del tiempo, y generación tras generación permea la triste realidad de que tal vez las futuras generaciones serán las que cambien la situación.
En fin, vamos por la vida pensando que esa educación que se imparte en las aulas nos hará libres sin poder llegar nunca, por ahí, a la verdadera liberación.
¿Cierto o no?
Abel Pérez Rojas (@abelpr5) es doctor en Educación Permanente. Dirige: Sabersinfin.com.
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