jueves, 26 de noviembre de 2015

COMPARTIENDO TU OPINIÓN

Migración y educación familiar.
Salvador Calva Morales
En México sabemos  poco de lo que ocurre con las secuelas de la desintegración familiar y cómo eso impacta el futuro de la juventud que se queda en el país. En consecuencia no estamos haciendo lo suficiente al respecto.
Lo que sí hemos estudiado a fondo es cuántas personas abandonan el país y a cuánto asciende el monto de las remesas que envían.
Bajo esos criterios pareciera que aquello que más nos importa es el dinero, el tema económico… los jóvenes que se quedan, ¿sus expectativas de vida, sus posibilidades de desarrollo, su futuro?
Desde hace más de 20 años, cuando le preguntas a algún migrante sobre sus principales inquietudes siempre hablan de la educación que les dan a sus hijos, y cómo los roles de autoridad se van relajando.
Durante el Diplomado de Orientación Familiar, promovido por el Sistema Estatal para el Desarrollo Integral de la Familia y la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, que concluyó en octubre pasado, se puso en evidencia lo que está ocurriendo al interior de las familias mexicanas: los padres carecen de autoridad ante los hijos.
Según se dijo ahí,  Guerrero y Michoacán representan un foco rojo, porque los hijos en un 80% ya no obedecen a los padres. Mientras que en latitudes como Puebla se calcula que la prevalencia va en un 50% y sigue creciendo, particularmente en regiones expulsoras de mano de obra.
El ejemplo fue sencillo: el que a los hijos de migrantes puedan tener tenis, ropa o artículos electrónicos de calidad, independientemente de su comportamiento sólo porque sus padres están lejos,  subraya la marginación de las familias que trabajan en el país y cuyos ingresos no alcanzan para tales lujos.
En ese contexto, muchas veces las familias humildes optan por cumplir a costa de lo que sea las exigencias desmedidas de los hijos, quienes lejos de conformarse inician una escalada que  puede empujarlos a la delincuencia para cumplir sus expectativas, y a las drogas por vinculación con grupos delictivos.
Todos tenemos una responsabilidad para enfocar los esfuerzos individuales, comunitarios, sociales, siendo verdaderos ejemplos a seguir por nuestros hijos, luego, no dar desmedidamente -con sentimientos de culpa por parte nuestra- haciéndoles creer que todo lo merecen, cuando no los hemos enseñado a ser dignos de lo que reciben.
Vivir desesperanzados como lo hacemos comúnmente, hace que nuestros hijos tampoco tengan claro hacia  a donde ir, y que crean que no están capacitados para salir adelante con sus vidas.
Las historias valiosas de mexicanos, héroes anónimos, como los propios padres, o de grandes hombres que trascienden en las páginas de la historia, la ciencia, la cultura, nos hacen saber que sí hay futuro, eso tendremos que enseñar a los hijos para que dejen la abulia en la que viven y que los puede hacer presa de pretender lo mejor con muy poco esfuerzo.
Empecemos con al menos un acto diario de bondad, un acto que llegado el momento de hacer el recuento cotidiano nos permita realizar progresos en lo individual y en lo colectivo.
Nos vemos en la próxima entrega. Que Dios los bendiga.
Salvador Calva Morales es rector de la Universidad Mesoamericana.



No hay comentarios:

Publicar un comentario