lunes, 14 de septiembre de 2015

HISTORIA Y JUSTICIA

UN DEBATE INCONCLUSO: Don Porfirio, ¿prócer o villano?
Por Juan José Chalico R
Algunas de las posiciones actuales de los mexicanos en torno a la figura de José de la Cruz Porfirio Díaz Mori, quien murió ya hace un siglo, Guadalupe Loaeza  las sintetiza muy bien, dice: “se le odia, se le admira, se le repudia, se le extraña, se le condena y se le evoca con nostalgia. El caso es que a nadie deja indiferente…”
Don Porfirio, como todavía se le nombra, dejó de existir el 2 de julio de 1915, hace poco más de cien años. Hoy  debido a la balanza histórica popular sobre su ejercicio del poder, tiene menos seguidores y más detractores ideológicos.
Una escultura de cuerpo completo, de Porfirio Díaz Mori  fue develada en fecha reciente por las autoridades de Orizaba. Esto de inmediato revivió el debate histórico, político y social, que en todo caso ya parecía estar limitado a la repatriación de sus restos del cementerio de Montparnasse en Paris, Francia a Oaxaca, su tierra natal.
Ciertamente somos un pueblo acostumbrado desde nuestros orígenes a los ídolos  y desde luego también por nuestra necesidad humana de agrupación en torno a personajes, tal vez por ello, resultamos presa fácil de ideas de algunos políticos que actúan siempre pensando en la promoción de sus propias imágenes públicas.
Hoy el tema de Porfirio Díaz, parecería de debate bizantino y obsoleto si no fuera por el significado que entraña un nuevo intento de “resurrección” histórica asociada con tintes ideológico-políticos.
Los pueblos que olvidan su historia corren el riesgo de repetirla, más aun en una sociedad moderna donde se advierte que existe poca memoria de los hechos políticos.
El talento militar, la audacia y valentía que mostró Porfirio Díaz, durante la intervención francesa, pasó de ser el impulsor del desarrollo industrial y de infraestructura pública, principalmente de ferrocarriles y de un importante programa de inversiones para la industria textil y minera, a ser un dictador e imponer la paz aun forzada, aún se recuerda cómo  envió soldados para abatir a los obreros huelguistas en 1906 y 1907 de Cananea, Sonora y de Rio Blanco, Veracruz (ahí precisamente cerca de su nueva estatua).
Don Porfirio, pasado el tiempo, dejo de ser un liberal destacado, y se convirtió en defensor de los conservadores y aristócratas; abjuró la Constitución liberal de 1857 y renunció a la masonería, la escuela de los grandes liberales de su época. Todo lo olvidó ante el Obispo de la Ciudad de México Don Pelagio Antonio Labastida a cambio de su acercamiento con él y a la vez su conciliación con el alto clero mexicano, así como para pedirle al prelado los santos oleos que requería para su agonizante pareja amada y sobrina a la vez, Delfina Ortega Díaz, anterior a su aristócrata esposa Carmelita Romero Rubio con quien vivió hasta el final de su existencia.
Grave error de Don Porfirio, quien arribó al poder siendo aclamado pero por querer perpetuarse hasta su ancianidad rodeada de intereses e interesados, se olvidó del pueblo en sus demandas y requerimientos. Es una importante lección que todo político debe tener presente en su actuar y todo ciudadano debe recordárselos por más que pudieran molestarse.
JUAN JOSÉ CHALICO R.  Abogado posgraduado, conferencista y excolumnista del Sol de León, Gto.             juanjo0706@hotmail.com






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