Carta de Organizaciones Educadoras, documento a la vista.
In memoriam a
Fernando Rincón Leal.
Por irrenunciables principios éticos y en vista de la terrible situación que se vive en las distintas sociedades, las organizaciones de toda índole -asociaciones civiles, clubes, empresas y más- tienen una responsabilidad educativa hacia su seno y, al menos, hacia su entorno inmediato.
Retomando como referente la experiencia de más de veinticinco años de la Asociación Internacional de Ciudades Educadoras (Barcelona 1990) y muy recientemente la Carta de Barrios Educadores (Tuxtepec, Oaxaca-Puebla, Puebla, 2015), vale la pena realizar esfuerzos para replantearnos los compromisos que deben asumir las diversas organizaciones en la formación de sus miembros, integrantes o afiliados y, por supuesto, en la población de los barrios, unidades habitacionales y municipios más cercanos.
Por ello, es viable y oportuno constituir la Carta de Organizaciones Educadoras.
Es necesario optar por lo anterior si se toma en cuenta algunos puntos como los siguientes:
Paulatinamente las familias han ido abandonando el papel preponderante en la formación de las personas; es más, la familia en sí ha sufrido cambios que las han transformado de un solo modelo tradicional de un padre, una madre y los hijos, a nuevas formas, desde la monoparental, la que incluye abuelos y/o tíos, hasta las familias con padres del mismo sexo y, por supuesto, la creciente desintegración de cualquiera de sus modelos.
Cada vez quedan más claras las lagunas que se originan cuando los individuos depositan irresponsablemente su educación y la de las futuras generaciones, sin anteponer filtros, en manos del Estado, de ciertas organizaciones como las iglesias, o los medios de comunicación.
Diversas instancias de carácter internacional han evidenciado la creciente relevancia del talento humano individual y colectivo, como un agregado diferenciador y de posicionamiento en los contextos globalizadores de empresas y organizaciones de todo tipo.
Que los esquemas de capacitación y formación de las personas que conforman una organización cualquiera tienen que modificarse constantemente debido a la realidad caótica e interconectada, en la cual lo único constante es el cambio permanente.
Por supuesto, la Carta de Organizaciones Educadores no debe confundirse con una serie de propósitos o un desplegado firmado por escuelas o instituciones de educación formal, estructurada en niveles educativos y en esquemas de actualización y capacitación, lo que sería una postura empobrecedora al soslayar la educación permanente con la participación de todos los seres humanos.
Lo que llamaremos las organizaciones educadoras -al igual que como lo plantea la Carta de Barrios Educadores- son aquellas que "se asumen como entes vivos y organizados capaces de crear ambientes educadores aun cuando llegasen las autoridades públicas a mostrar desinterés, negar apoyos o incluso, presentar oposición".
Es evidente que la futura Carta de Organizaciones Educadoras se articula muy bien con su símil de Barrios y Ciudades Educadoras, porque generalmente son las organizaciones no gubernamentales las que impulsan desde el seno de la sociedad los movimientos de toma de consciencia social, por la cual las personas se van percatando de la necesidad de dejar la apatía y el desinterés a un lado para rescatar la esencia formadora de la convivencia humana.
Vale la pena detenerse a pensar en todas las implicaciones que se derivan de lo aquí expuesto y, por supuesto, es necesario empezar a correr lápiz para dar nacimiento a la Carta de Organizaciones Educadoras ¿Qué le parece?
Abel Pérez Rojas (@abelpr5) es doctor en Educación Permanente. Dirige: Sabersinfin.com.
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