Tal vez deberíamos hacer caso a Ivan Illich.
Salvador Calva Morales
El origen del subdesarrollo contemporáneo, solía decir Ivan Illich, ocurre a causa de la pérdida del potencial personal y la pérdida del propio poder sobre sus circunstancias: incapaces de organizar sus propias vidas en torno a sus propias experiencias y recursos dentro de sus propias comunidades.
A la luz del entorno actual podríamos decir que no estaba equivocado el hombre que criticó la educación escolar, la medicina profesional, el trabajo no creador y el consumo innecesario de energía para el desarrollo económico.
El pensamiento radical y controvertido del sacerdote austriaco Iván Illich (1926-2002) quedó planteado en una serie de reflexiones que dieron origen en 1966 al Centro Intercultural de Documentación (CIDOC) que instaló en Cuernavaca, México.
Tras diez años de labor, las publicaciones e ideas emanadas del CIDOC lo enfrentaron con el Vaticano y el gobierno mexicano del entonces presidente Luis Echeverría.
Con una visión de futuro impresionante, hoy 50 años después podríamos retomar una a una sus propuestas porque encajan perfectamente con lo que la sociedad requiere y hacia donde hoy se encaminan sus pasos.
Por ejemplo, en su libro La sociedad desescolarizada (1971), recuperado de http://www.ivanillich.org.mx/desescolar.pdf, criticó la educación reducida al consumismo, “al alumno se le ‘escolariza’ de ese modo para confundir enseñanza con saber, promoción al curso siguiente con educación, diploma con competencia, y fluidez con capacidad para decir algo nuevo”.
En sus teorías Ivan Illich estableció con claridad y visión de futuro cómo habría de utilizarse la tecnología (en aquel entonces proponía los megáfonos y las proyecciones caseras) para acercar los contenidos educativos a los educandos.
Propuso que la propia sociedad contribuya al conocimiento libre de cada persona, quien puede definir aquello sobre lo que más le interesa aprender. Abogó por que el mismo barrio sea el promotor del conocimiento a partir de lo que ahí está: un museo, un taller, una fábrica.
Planteó un modelo de talleres educativos, donde la gente con experiencia pudiera compartir sus conocimientos con otros, de acuerdo con el interés personal.
Tanto el pobre como el rico dependen de escuelas y hospitales que guían sus vidas, forman su visión del mundo y definen para ellos qué es legítimo y qué no lo es. Ambos consideran irresponsable el medicamentarse uno mismo, y ven a la organización comunitaria, cuando no es pagada por quienes detentan la autoridad, como una forma de agresión y subversión. Para ambos grupos, el apoyarse en el tratamiento institucional hace sospechoso el logro independiente. El subdesarrollo progresivo de la confianza en sí mismo y en la comunidad es incluso más típico en Westchester que en el norte de Brasil. Por doquiera, no tan sólo la educación sino la sociedad en conjunto, necesitan "desescolarización".
El hecho de haber sido censurado en su momento, no hace que la propuesta visionaria del educador Illich no sea la correcta. Impulsemos, pues, al autoaprendizaje, apoyado en relaciones sociales libremente intencionadas en encuentros y conversaciones fluidas e informales.
Así contribuiremos a revertir la pobreza actual y a hacernos dueños de nuestro propio destino.
Nos vemos en la próxima entrega. Que Dios los bendiga a todos.
Salvador Calva Morales es rector de la Universidad Mesoamericana.
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