El destino que forjamos para nuestros hijos.
Salvador Calva Morales.
Una y otra vez, a lo largo de mi vida, me he puesto a cavilar acerca del papel que jugamos como padres en el destino de nuestros hijos.
Yo soy un hombre afortunado de tener los mejores hijos del mundo. Como estoy seguro, tú también, sin duda y yo lo afirmo, tienes a los mejores hijos del mundo. Por una razón muy sencilla: porque son “nuestros”, son parte de nuestra alma, de nuestros sueños, de nuestro ser, y no podría haber nada mejor que ellos, tan cercanos.
Cuando eran pequeños me invadió un sentimiento extraño, al que tal vez podría llamar temor, de saber que aquellas pequeñas manos tomaban las mías, mientras se entregaba al sueño en mi regazo el más valioso tesoro que me había regalado la vida, pues su existencia dependía íntegramente de mis cuidados.
Pero además de la subsistencia y los desvelos por sus cuidados, en nuestras manos también está su destino.
Cualquiera que ya lo haya experimentado sabe perfectamente que no es fácil ser padre. Sobre todo porque a veces nuestras propias frustraciones de adulto pretendemos compartirlas con nuestros hijos, cuando no debiera ser así.
Pero bien diría la vox populi: a nadie nos entregan un manual para ser padres, y entonces sólo podemos guiarnos por la intuición.
Más allá de los mil y un detalles que en cada ser son diferentes, y que hacen imposible tener una “receta de cocina” para educar a nuestros hijos, tenemos que saber que lo más importante es cómo vemos a nuestros hijos y, que sean como sean, los amemos incondicionalmente, sí: incondicionalmente, y a partir de ello los impulsemos para que vayan más y más adelante. Por cierto, relacionado con esto viene a mi mente una lectura que les comparto con mucho cariño.
Una nota aceptada como verdad llegó a las manos de una madre. Esa nota escrita exclusivamente para ella por el puño y letra del profesor decía: "Su hijo está mentalmente enfermo y no podemos permitirle que venga más a la escuela."
Ella decidió entonces leer en voz alta la nota y con lágrimas en los ojos exclamó: "Su hijo es un genio, esta escuela es muy pequeña para él y no tenemos buenos maestros para enseñarlo, por favor enséñele usted".
La verdad se conoció muchos años después, cuando ella había fallecido y Thomas Alva Edison vio un papel doblado en el marco de un dibujo en el escritorio. Él lo tomó y lo abrió. Era aquella vieja nota que un día su profesor envió a su madre.
Edison lloró por horas y luego escribió algo así: fui un niño mentalmente enfermo, pero por una madre heroica me convirtió en el genio del siglo.
Gracias por permitirnos conocer esta historia a Escuela para Aprender a ser Feliz que el pasado (2015 octubre 15) publicó este comentario en su muro de Facebook.
Y la publicación remata diciendo: “Tenemos unas piedras en nuestros hijos, y a nosotros como padres, nos corresponde pulirlos y que brillen como los diamantes”.
Yo estoy seguro que así es porque la vida me premió dentro de mi inexperiencia de aquellos de aquellas épocas a pulir los diamantes que Dios me otorgó en mis adorados hijos.
Salvador Calva Morales es rector de la Universidad Mesoamericana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario