La autonomía dotó a la BUAP de las fortalezas por las cuales hoy es una de las mejores del país
En 2016, 60 años de autonomía universitaria
Hace 60 años, tras una serie de luchas y movilizaciones sociales protagonizadas por los universitarios de la entonces Universidad de Puebla, la masa crítica de la Institución logró su autonomía del Estado, transformándola en la Universidad Autónoma de Puebla: un ejemplo para otras instituciones educativas del país que deseaban fijar su rumbo en plena libertad.
Gracias a la visión compartida de su masa crítica y pese a las diferencias políticas que emergieron en aquel 1956, la BUAP es ahora una de las cuatro mejores instituciones de educación superior de México y entre las destacadas de América Latina.
Que la BUAP sea hoy la universidad de los poblanos, se debe a la inquietud académica, social, cultural y política de los universitarios que a inicios de los años cincuenta del siglo pasado escribieron las primeras líneas de una historia que, año con año, se reconfigura con la llegada de nuevas generaciones, pero que no olvida el legado de sus predecesores.
A 60 años de distancia, hoy el futuro de la BUAP está en manos de sus estudiantes, académicos, investigadores y personal administrativo. Una Institución que avanza hacia los objetivos que los propios universitarios han establecido.
Valorar las luces y voces del pasado
Desde 1934, en los medios internos del entonces Colegio del Estado, se consideraba a la libertad de cátedra como “un principio civilizador, emanado del más grande de los principios de la humanidad: la libertad de pensamiento”.
Comprender las profundas transformaciones que ha tenido la Institución, desde su génesis, “permitirá a los universitarios insertarse en una tradición histórica que no rompe, sino integra y valora las luces y voces del pasado, los sueños y las formas de mirarnos”, subraya Jesús Márquez Carrillo, académico de la Facultad de Filosofía y Letras de la BUAP.
Es decir, “tomar, en suma, conciencia de nuestra realidad para transformarla, a partir de comprender el proceso histórico y construir colectivamente un sentido de pertenencia, cuyo propósito no sea sólo legitimar el presente”.
Los sueños de los que habla el investigador fueron expresados por el estudiantado poblano, mediante extensos manifiestos en los cuales reflejaban su compromiso con la sociedad, “su razón de ser”.
Necesitaban de plena autonomía para hacer efectiva dicha responsabilidad: “Las universidades más adelantadas, las que mejor cumplen su misión cultural, son las que han nacido en un clima de libertad académica: autonomía en su cuna; autonomía por conquista”, escribió en 1945 el presidente de la Federación Estudiantil de Puebla, uno de los grupos más activos en esta lucha.
Los universitarios hacia su autonomía
En 1956, mientras que en Madrid los universitarios se enfrentaban a los falangistas y a otras figuras del decadente legado de Franco, y un ejército de estudiantes húngaros, por su parte, redactaba las 16 reivindicaciones de su política nacional, las cuales inspirarían poco después la revolución de su país, en México, particularmente en Puebla, las corrientes políticas del estudiantado de la entonces Universidad de Puebla se unieron para alcanzar un único objetivo: su autonomía.
Al igual que otras ciudades del mundo, como París, Buenos Aires, Poznan, Caracas y Ciudad de México, Puebla fue cuna de grandes movimientos sociales impulsados por la determinación y el valor de sus estudiantes, quienes se perfilaron como verdaderos transformadores sociales de su época, caracterizada por vertiginosos acontecimientos que marcaron las generaciones venideras. De tal forma, los recintos universitarios se convirtieron en templos de ideologías revolucionarias llevadas a la práctica.
El conocimiento e ideología de los universitarios de la BUAP traspasó las paredes de las aulas, para insertarse en la esfera pública y beneficiar con este debate a los grupos sociales más marginados. En consecuencia, la sociedad poblana fue solidaria con sus estudiantes y éstos siempre lo fueron con Puebla.
No obstante la efervescencia de ideas liberales en múltiples puntos del globo, aún permeaba la resistencia al cambio. Por ejemplo, en Alabama, Estados Unidos, mientras algunos celebraban el ingreso de la primera estudiante negra a una institución de educación superior, cientos de racistas salieron a las calles para protestar en contra del hecho. Este tipo de divergencias permeó también en la Universidad de Puebla, al grado de que las diferencias políticas y religiosas definieron los caminos futuros de dicha institución.
En este agitado escenario y pese a estas divergencias entre estudiantes conservadores, denominados a sí mismos Frente Universitario Anticomunista (FUA), y sus adversarios, los integrantes de la Federación Estudiantil Poblana (FEP), ambos grupos conformaron una prominente masa crítica que logró la autonomía de la Universidad de Puebla, el 23 de noviembre de ese mismo año, con el beneplácito del gobierno estatal, presidido en aquel entonces por Rafael Ávila Camacho, aun con el arrastre de opiniones irreconciliables que desencadenaron infortunados hechos, de los cuales, algunos cobraron la vida de sus protagonistas.
Ser autónomos representaba para los académicos, investigadores, estudiantes y trabajadores de la Universidad Autónoma de Puebla, la libertad de definir el futuro de su labor docente, así como del trabajo científico, siempre al lado de las demandas sociales y no de los intereses políticos de las instituciones de ese entonces.
En consecuencia, el carácter de autónoma dotó a la Institución de la independencia y las fortalezas necesarias para alcanzar su madurez y lograr con ello su posicionamiento y solidez en el desarrollo de sus tareas sustantivas: docencia, investigación y extensión y difusión de la cultura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario