Nadie pierde. Todos ganan.
Abel Pérez Rojas
“Si unos ganan y otros pierden,
en verdad todos perdemos”.
Abel Pérez Rojas
Vamos por la vida tratando de sumar medallas a nuestro paso porque vanamente estamos convencidos que eso nos hace triunfadores, nos reafirma que estamos en lo correcto, que caminamos y abonamos a la verdad.
Todos los días tenemos que vivir situaciones en las cuales se presentan diferencias con los demás. Y si la perspectiva es sólo la competencia, nuestra visión está errada.
Las diferencias con el otro llevadas a su punto más alto en la escalada puede llegar no sólo a la agresión sino también al conflicto… la contienda: unos pierden, otros ganan. Así, nos colocamos en situaciones donde al parecer no hay empates ni formas en las cuales todos ganemos.
Si hacemos planteamientos egoístas y desembocamos nuestras relaciones de tal manera que no quede rendija a la paz, entonces empezamos una espiral en la cual la vorágine de violencia es imparable. Así se exterminan generaciones completas.
Vivimos en lo absurdo.
Frente a esos callejones sin salida podemos y debemos echar mano de enseñanzas que se han consolidado durante siglos. Es el caso del Aikido.
El aikido es el camino de la energía y la armonía, de acuerdo con su etimología en japonés. Es una disciplina espiritual y filosófica que desemboca en un arte marcial útil para la defensa personal.
El practicante del Aikido debe aprender a no ser lastimado por las ataques del otro y en el proceso de defensa debe canalizar los embates de tal forma que sean constructivos, que no lastimen al emisor ni a los de su alrededor.
Es tal su visión pacifista que todas las confrontaciones deben acabar con la neutralización de los ataques empleando la misma fuerza de quien los originó, pero sin que esto se convierta en una agresión en sí misma.
Es decir, si yo permito que los ataques del otro logren su propósito de lastimarme, entonces no estoy haciendo correctamente mi trabajo porque además de los daños en sí, el otro se perjudica al entrar en un contexto de ira, de rencor, de egoísmo, de destrucción, que en el fondo en realidad es de autodestrucción.
Si quien me agrede, más allá de la diatriba que ocasionó la diferencia, se está limitando, se está autoagrediendo, entonces yo no he sido capaz de revertir esa actitud negativa en un contexto formativo y de paz.
A la luz del vaivén cotidiano entre la perversidad pululante, todo esto que le vengo compartiendo parece una postura tonta y obsoleta, pero no es así.
El aikido ha demostrado su efectividad tanto en el enfrentamiento cuerpo a cuerpo como en la transformación de vidas y en la ejemplificación de que sí es posible el establecimiento de sistemas más allá de la competencia y el egoísmo.
Por ejemplo: ¿sabía usted que el aikido se ha mantenido ajena a las competencias, los certámenes, las clasificaciones y las recompensas que lo único que hacen es alimentar el ego?
Querido lector, no sólo vale la pena conocer más del aikido, sino penetrar en los profusos caminos de la autoformación a partir de la paz y el amor. ¿Se atreve a andar ese camino?
Abel Pérez Rojas (@abelpr5) es doctor en Educación Permanente. Dirige: Sabersinfin.com.
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