Vivir para comprender la razón.
“Ni la oscuridad del futuro,
ni la larga cuesta
me privarán de vivir a plenitud”.
Abel Pérez Rojas.
La vida es un entramado complejo de circunstancias, de motivos, de causas, de efectos, en fin… es lo que se ha dado en llamar caos o, dicho de otra manera, es un orden que por su profusa conformación se equipara a un desorden.
Como la red de redes que integra la vida establece lazos que escapan a nuestro entendimiento, perdemos tiempo si toda nuestra energía la canalizamos tratando de dilucidar con nuestro pensamiento el porqué de algunas cosas.
Por ejemplo, cuando padecemos alguna situación grave, como una enfermedad o algún accidente, es frecuente observar que quien la padece se pregunta una y otra vez por qué a ella le pasó, por qué ella tiene que sufrir y privarse de una vida normal.
Es entendible que nos cuestionemos y aventuremos respuestas. Lo cierto es que entre esas respuestas habrá algunas que nos permitirán abordar la situación desde ciertos ángulos que nos dotan de algunas referencias para saber qué estamos enfrentando. Pero esto en el fondo sólo son explicaciones temporales que con el paso del tiempo se agotan.
Quienes han salido victoriosos de momentos difíciles sostienen que a la par de buscar soluciones se debe adoptar una actitud positiva para hacerle frente a lo que nos aqueja.
Dice Dada Anuvratananda, monje de la tradición Ananda Marga, que los maestros de la antigüedad dotaban de muchísimas pruebas a los futuros iniciados en los sagrados misterios.
Las pruebas eran una forma de orillar a los hombres a que paulatinamente desarrollaran esa fortaleza que les permitiera encontrarse a sí mismos, al tiempo de hurgar en su interior y hallar el camino a la felicidad, a pesar de lo difícil del camino.
Si vamos madurando, será el tiempo lo que nos permitirá interpretar en su debida dimensión lo que hemos vivido. Una vez avanzada la experiencia estaremos en condiciones de evaluar los aprendizajes y las enseñanzas que fueron brotando a lo largo del camino.
No se trata de asumir una actitud de vana resignación ni de sólo “echarle ganas”, es una cuestión más profunda. Se trata de mantener la serenidad a pesar de lo sombrío del futuro y, en caso extremo, de afrontar la muerte dignamente, sabedores de que la propia muerte con seguridad contendrá enseñanzas únicas, individuales e irrepetibles.
Por supuesto que todo lo anterior, como dicho, se escucha y emite muy fácilmente. Pero no lo es. Entonces, es necesario a la brevedad empezar nuestro entrenamiento respectivo.
Cada alegría y cada adversidad nos enfrentan a nuestras limitaciones y a nuestras riquezas, de tal manera que nos colocan frente al gran escenario de la vida humana.
Veamos cómo al encarar con valor nuestros problemas, regresa a nosotros el protagonismo de la existencia, alejándonos del fatal destino frente al cual, mañosamente, se nos ha inculcado que no podemos hacer nada ¿o no?
Abel Pérez Rojas (@abelpr5) es doctor en Educación Permanente. Dirige: Sabersinfin.com.
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