Feminismo y machismo: ni sinónimos ni antónimos
En la actualidad, sectores de la sociedad como las mujeres, personas con orientación sexual distinta a la heterosexual y aquellas con capacidades diferentes han sido visibilizadas en ciertos espacios, a diferencia de los siglos de exclusión que han vivido. Esta incidencia en nuevas esferas, así como la conquista de derechos anteriormente negados, ha ocurrido gracias a un movimiento teórico, metodológico, social y político que cada día cobra más fuerza: el feminismo.
No obstante, para Quetzali Bautista Moreno, académica del Colegio de Antropología Social de la Facultad de Filosofía y Letras de la BUAP, existe una percepción errónea de dicha corriente de pensamiento: “Creo que todavía es común asociar feminismo vs. machismo, como si fuera lo contrario”. Por ello, considera que es necesario comprender los posicionamientos políticos de cada una de las diferentes líneas del feminismo, algunas divergentes entre sí.
“Machismo y feminismo no son sinónimos ni antónimos. El feminismo es todo un movimiento social y político que está haciendo una propuesta epistemológica; es radical, para sus momentos, en el sentido de cuestionar los esencialismos, esas autoridades atribuidas a la figura masculina y al patriarcado”, señala Abel Lozano Hernández, profesor de la misma unidad académica.
“En cambio, el machismo es una manifestación cultural, parte de muchas sociedades, en la cual se privilegia la imagen masculina: derechos que están en las prácticas socioculturales, pero que incluso han sido institucionalizados”, ahonda. Por ello, a pesar de la similitud de los términos, es necesario erradicar las analogías erróneas entre ambos fenómenos sociales.
Teoría queer y crip: la apertura a la diversidad
Los cuestionamientos que la teoría feminista ha hecho a las normas sociales no únicamente se han limitado a los roles que tanto mujeres como hombres supuestamente deben ejercer, sino que ha impactado en el sujeto de forma integral. A través de teorías contemporáneas, incluso se ha puesto en tela de juicio la calidad de “natural” e inamovible del sexo biológico, apunta Bautista Moreno.
Según la catedrática, autoras como Judith Butler han determinado que, en este sentido, la norma de sexo y género “se ha convertido en una herramienta a partir de la cual se está estableciendo y reproduciendo una matriz de la heteronormatividad que, de una u otra manera, ubica a los sujetos como coherentes y como incoherentes”. Por ello, la teoría queer se encarga de analizar la diversidad de géneros, identidades y orientaciones sexuales que históricamente han quedado fuera de aquello que se considera lo correcto.
“La heterosexualidad se ve de repente como sinónimo de normal y se homogeniza. Asimismo, parece que la homosexualidad y la discapacidad son anormales y también se homogenizan. Aparentemente, estos homosexuales, transexuales y transgénero cuestionan al género y a la sexualidad, pero no siempre es así. Cuando tenemos personas homosexuales misóginas hay un cuestionamiento: no se trata de una reproducción de la práctica sexual, pero sí hay una reproducción de las reglas de género”, indica la investigadora.
Una de las teorías más recientes en esta materia es la crip, la cual ha indagado sobre esta clase de constructos sociales, pero enfocada en la discapacidad. Dado que una de las búsquedas constantes del feminismo ha sido “que no haya vidas que sean vivibles, habitables, y otras que sean desechables”, esta postura integra a la corporalidad dentro del debate. Así, se pretende romper con los esencialismos asignados a cuerpos humanos: “que no haya ciudadanos de primera y de segunda, sino que el Estado como interlocutor pueda garantizar para todos el ejercicio de derechos”, señala Lozano Hernández.
El feminicidio: máxima expresión de la violencia contra mujeres
Ante el aumento de la violencia hacia la mujer en Latinoamérica, ambos investigadores, maestros en Antropología Social por la Escuela Nacional de Antropología e Historia, concuerdan en que es un problema complejo que no únicamente atañe al ámbito doméstico, sino que forma parte de una red de violencia estructural. Por esta razón, consideran necesario un acercamiento amplio al tema, ya que trastoca esferas como clase social, edad, sexo y el mismo género.
“Tenemos prácticas socioculturales que nos llevan casi siempre a asumir una cultura de género que ve a las mujeres como un otro: un objeto de deseo, un cuerpo de placer, un ser diferente a un hombre que está ahí para ser utilizado como se quiera, como se pueda, cosificado”, destaca Lozano Hernández. Debido a esto, la violencia de género es un fenómeno que adquiere múltiples dimensiones y manifestaciones.
Al respecto, Bautista Moreno indica algunos factores en los que se debe incidir para lograr un cambio ante el alto índice de feminicidios en Puebla y el país. En primera instancia, la sanción jurídica no es la única solución: se debe apelar a una reeducación, “entender que la vida de la otra persona es igual de importante que la tuya”.
De la misma manera, deben existir protocolos para el tratamiento mediático de hechos de violencia de género. Recurrentemente, suele ocurrir un proceso de revictimización en el cual se enjuicia el comportamiento de la víctima, además de sugerir si la violencia era merecida o no. Por esta causa, es necesario cambiar el posicionamiento tradicional de los medios de comunicación frente a estos temas.
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