Contra Trump puede más el sistema judicial norteamericano.
Abel Pérez Rojas
Abel Pérez Rojas
Donald Trump sabe perfectamente que las instancias internacionales en gran medida son una especie de figuras decorativas frente a las decisiones del presidente de los Estados Unidos, pero es todo lo contrario tratándose de los cuerpos legales internos norteamericanos, ellos sí que pueden ponerle freno a sus arrebatos y ocurrencias. Ahí está la clave.
El periodista español Iñaki Gavilondo resumió muy bien por qué las superpotencias ignoran cualquier recomendación o resolutivo de algún organismo internacional, dijo el comunicador de amplia experiencia: “lo hacen porque quieren y porque pueden”.
Así de simple, los organismos internacionales les hacen muy poco o casi nada a los gigantes del planeta porque ¿con qué fuerza coercitiva los van a someter?
Por el contrario, en el pasado hemos visto cómo los Estados Unidos han puesto en tela de juicio las decisiones de aquellos, y en riesgo la operación de más de uno.
Por ejemplo, en el 2011 debido a la entrada a la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), los Estados Unidos retiraron su aportación a este organismo de la ONU.
Dicha decisión fue un duro golpe para la Unesco porque hasta aquel entonces los Estados Unidos aportaban el 22 por ciento de su presupuesto total.
Es importante destacar que se adujeron normas de la legislación norteamericana que prohibían al gobierno financiar a organizaciones que aceptaran a los palestinos como miembros.
La lista es larga de incumplimientos de acuerdos específicos de nuestros vecinos en relación con diversos asuntos que se ventilan en instancias como la Organización Mundial del Comercio o el Banco Mundial.
Por otra parte, frecuentemente nos topamos que, en los Estados Unidos, por encima de los acuerdos internacionales se coloca la soberanía de los estados de la nación y por ende a sus constituciones locales, radical diferencia de países como México en los cuales los tratados internacionales están por encima de las leyes y en un segundo plano en relación con la Constitución.
Ese es el marco en el cual deben entenderse las declaraciones recientes de Donald Trump al calificar a la ONU como un “club de gente para reunirse, hablar y pasárselo bien”.
Toda esta soberbia de política exterior, podría estrellarse en asuntos internos cuando se tope con las negativas de jueces y cortes norteamericanas.
Para la mentalidad de Donald Trump fue una humillación que un simple juez federal le haya puesto un alto, a quien por su investidura es uno de los hombres más poderoso del mundo.
El pasado viernes 3 de febrero, un juez federal de Seattle bloqueó el veto de Donald Trump al ingreso de ciudadanos de siete países de mayoría musulmana, lo que provocó una iracunda respuesta del mandatario, pero pese a su enojo, la orden debió acatarse.
Días más tarde el gobierno apeló la decisión del juez, pero la Corte de Apelaciones del Noveno Circuito confirmó que la suspensión al veto presidencial seguía en pie.
Claro que en este caso específico de los migrantes de países musulmanes la confrontación legal apenas empieza, pero podría ser este asunto una pequeña muestra de lo que se avecina en los Estados Unidos: la batalla en tribunales norteamericanos que darán organizaciones de ciudadanos que creen violados sus derechos.
El camino a seguir para los millones de afectados por Donald Trump es acudir a los tribunales norteamericanos y lograr que éstos se pronuncien en contra del presidente.
Esta lección debemos aprenderla quienes estamos de este lado del río Bravo, porque es evidente que, pese a sus gritos y a su poderío, Donald Trump sí tiene freno y encontró a la horma de sus zapatos.
Enhorabuena por el sistema judicial norteamericano. Malas noticias para el aprendiz de dictador.
¿Está usted de acuerdo?
Abel Pérez Rojas (@abelpr5) es escritor y educador permanente.
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